Caminamos por José Miguel de la Barra y luego seguimos por el costado izquierdo del cerro Sta. Lucía, creo que esa calle se llama Graciela Subercaceux por el estilo.
Llegamos a la Alameda y caminamos hacia el ponienten para regresar por la calle Santa Lucía. Cuando llegamos al frontis del Museo de Bellas Artes nos sentamos a conversar cuando derrepente, en medio de la conversa se nos acerca un muchacho y nos dice: "Hola, yo soy Daniel y soy un cuenta cuentos y quería saber si les puedo contar uno" a lo que mi mamá dice: "Mira Daniel, nosotras no andamos con nada de plata" y luego este señorito llamado Daniel nos dice: "Entonces, dejenme regalarles un cuento, ustedes me felicitan y yo me voy feliz". Entonces nosotras dijimos Si!
Y, para qué estamos con cosas, me calló como anillo al dedo, por muy triste que haya sido.
El cuento era el siguiente:
La tristeza y la furia
En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizás donde los hombres transitan eternamente sin darse cuenta...
En un reino mágico, donde las cosas no tangibles, se vuelven concretas...
Había una vez... un estanque maravilloso.
Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente...
Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia.
Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas las dos entraron al estanque.
La furia, apurada (como siempre esta la furia), urgida -sin saber por qué- se baño rápidamente y mas rápidamente aun, salió del agua...
Pero la furia es ciega, o por lo menos no distingue claramente la realidad, así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró...
Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza...
Y así vestida de tristeza, la furia se fue.
Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho, sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque.
En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba.
Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia.
Jamás me habían regalado un cuento, se sintió lindo : )
4 comentarios:
Bonita la historia
Aunque lo que llama la atencion es lo del cuenta cuentos, nunca he visto uno =(
Cuidate mucho
Exito en todo
Adios
Felipe
GRACIAS POR LO DE "SEÑORA MADRE";PARECE QUE LA CALLE ES VICTORIA SUBERCACEAUX... Y DE NUEVO REVIVI UN INSTANTE CASI MAGICO.... ¡¡¡¡QUIERO OTRO CUENTO MAGICAMENTE CONTADO!!!!!
YA SABES QUIEN....
lindo ^^
pero no es de mi estilo...
se parece a los cuentos que cuenta un ex-compañero de cuentería...
a mi me gusta contar otro estilo, pero en fin... en una de esas vuelvo a contar =)
Que lindo... eso es cierto
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